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22-07-2025  |  Locales 24
    

Argentina, dos actitudes antagónicas: Cooperación para la soberanía o devastación neoliberal



Por José Yorg con la cooperación de ChatGPT.





“El movimiento cooperativo argentino no puede permanecer indiferente. Este antagonismo interpela su propia razón de ser. Es tiempo de elegir: ¿acompañar pasivamente el retroceso, o asumir activamente la defensa del sujeto cooperativo, campesino y territorial?” J. Yorg.

La política, cuando es verdadera, no se reduce a discursos ni ajustes presupuestarios. La política es, en su núcleo, una forma de decidir a quién se cuida, a quién se respeta y a quién se empodera. Desde esta perspectiva ética y cooperaria, dos hechos recientes —uno en Brasil-Venezuela y otro en Argentina— exponen con crudeza dos actitudes antagónicas frente al campesinado, la tierra y la soberanía alimentaria.
El MST y Venezuela: cooperación y soberanía popular

En una decisión de gran impacto político y económico, el Gobierno de Venezuela entregó 180.000 hectáreas al Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil. No se trata simplemente de una cesión de tierras: es un acuerdo de confianza estratégica entre un Estado y una organización popular histórica, basado en la idea de que la soberanía no se decreta, se cultiva.

La finalidad del proyecto Patria Grande del Sur es clara: impulsar la producción agroecológica en gran escala, articulando economía con ecología, y pueblo con poder. Aquí hay una visión de futuro, una forma de repolitizar la producción de alimentos, devolverle al pueblo su capacidad de decidir qué comer, cómo y para quién producir.

Este acto revela una actitud profundamente cooperativa: el Estado no somete ni suplanta, sino que coopera con los movimientos sociales, les otorga rectoría, les reconoce saberes y liderazgos. Es una apuesta por la soberanía alimentaria como derecho colectivo, y no como mercancía transnacional.
Milei y la Argentina: el desmantelamiento como ideología

En las antípodas de esa actitud, el Gobierno de Javier Milei en Argentina eliminó el Instituto Nacional de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena, dejando en la calle a 900 trabajadores/as con décadas de servicio. Esta no es una medida aislada: es parte de una estrategia consciente de arrasamiento institucional y territorial.

Al suprimir el acompañamiento técnico y humano a las familias campesinas, a los pueblos originarios y a las cooperativas, el Gobierno no solo destruye políticas públicas: rompe vínculos, apaga procesos comunitarios, elimina canales de organización y debilita la democracia territorial.

La actitud de Milei no es meramente administrativa ni fiscalista. Es ideológica. Se basa en la creencia de que el mercado es el único actor legítimo, y todo lo que huela a organización popular, a saber colectivo o a justicia social, debe ser extirpado como una anomalía. Para este pensamiento, el campesinado sobra, y las cooperativas son “nidos de gasto”.
El antagonismo revelado

En el primer caso (MST-Venezuela), el pueblo organizado es reconocido como sujeto político y productor de soberanía.
En el segundo (Argentina-Milei), el pueblo rural es tratado como una carga a eliminar.
Uno abre caminos de cooperación regional y planificación agroecológica; el otro desertifica el territorio en nombre del ajuste, con una mirada profundamente autoritaria y antinacional.

Lo que está en juego no es solo el destino de miles de familias, sino el tipo de sociedad que se quiere construir: una de raíz cooperativa, comunitaria y solidaria, o una de despojo, individualismo extremo y subordinación a poderes económicos concentrados.

El cooperativismo ante el espejo

El movimiento cooperativo argentino no puede permanecer indiferente. Este antagonismo interpela su propia razón de ser. Es tiempo de elegir: ¿acompañar pasivamente el retroceso, o asumir activamente la defensa del sujeto cooperativo, campesino y territorial?

Como cooperario, afirmo: la soberanía no es compatible con el ultraliberalismo. La democracia no se sostiene sobre despidos masivos ni sobre la expulsión del campesinado. La cooperación —cuando es auténtica— se planta, resiste, crea y sueña junto al pueblo. Como lo hace el MST. Como lo ha hecho nuestra historia. Como lo debemos hacer hoy.

¡En la fraternidad, un abrazo cooperativo!





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