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05-05-2024  |  Deportes 149
    

Murió César Luis Menotti, leyenda del fútbol argentino



El director técnico de Argentina campeona en 1978 dejó un legado eterno.





El fútbol argentino, de luto: a los 85 años, murió César Luis Menotti. El ex director técnico de Argentina campeona en 1978 y Director de Selecciones que respaldó a Lionel Scaloni en la gesta que decantó en el título en Qatar 2022, dejó un legado eterno, tanto a partir de su estilo y filosofía, como también desde la organización que sentó las bases de las mejores épocas del combinado nacional.

Menotti es el director técnico que ganó el primer Mundial con la selección argentina, el que marcó un antes y un después, en octubre de 1974, con su trabajo a largo plazo en tiempos de inestabilidad institucional en el país y en la AFA, el que generó la primera gran grieta futbolera nacional en sus polémicas con Carlos Bilardo desde 1982, el que forjó uno de los mejores elencos de la historia con el Huracán del 73, el de frases efectistas recordadas por muchos acerca de distinta clase de jugadores, al que fue a buscar nada menos que Josep Guardiola cuando se iniciaba en su carrera de entrenador, o el que sostiene que admira más a los músicos y cantantes que a cualquier personaje de su propio ambiente.

Para los que gustan de marcar contradicciones a un personaje que tomó tanto partido por cada una de sus ideas (futbolísticas, artísticas o políticas), Menotti nació un 22 de octubre de 1938, en Rosario, pero en su DNI aparece como que esto ocurrió días más tarde, el 5 de noviembre, porque su padre tardó en inscribirlo.

El propio Menotti sostiene que si escucha que lo llaman “Cito” es por alguien que lo conoce desde pequeño porque ese fue su primer apodo, si bien no sabe si es derivado de “Cesarsito” o si es en homenaje a Vicente Zito, gran jugador de Racing Club de los años treinta, integrante de la recordada “Bordadora”, la delantera de ese equipo que tanto admiraba su padre Antonio, fallecido en 1955, cuando él sólo tenía dieciséis años.

Se refugió entonces, en la casa de sus amigos Agustín (delegado comunista de La Fraternidad) y Chacho Rena, sus amigos del barrio de Fisherton. “Me cuidaron, me obligaron a rendir las materias porque yo dejé de ir al colegio, me ponía trajes, me peinaba como Gardel para que me dejaran entrar a lugares de mayores, me juntaba con gente grande. Me salvaron los Rena y el boxeo, porque escuchaba historias de gente que se malogró por el chupi y que pintaba para crack, y me di cuenta de que me tenía que cuidar”, recordó con el paso de los años.

Fue “Chacho” Rena quien lo convenció para afilarse al Partido Comunista. “Yo era peronista, militaba en el barrio, escribía en las paredes Perón Vuelve después del 55 pero un día, Chacho me mató: ‘Mirá dónde se fue Perón: a Panamá con un dictador, y después a Paraguay con Stroessner, otro dictador, y a España con Franco. ¿No te dice nada eso?’ Y me mató”, relató en una oportunidad.

Hijo único, su padre Antonio había peleado con los mejores boxeadores de Rosario, gran deportista y bailarín, que murió joven, a los 51 años, por fumar. Peronista, su casa fue baleada dos veces, según cuenta Menotti, por disputas internas del partido. “Nos mentalizamos que cuando mi viejo prendiera la luz, nos tiráramos al piso por precaución”.

Se crió jugando al básquet en el club Social y Deportivo Unión Americana. “Allí vi una película de Hugo del Carril sobre la vida de Betinotti (guitarrista y payador argentino) y me fui llorando a casa. Un día levantaron las canchas para los bailes y eso le dio bronca y escribió “chorros” en una de las paredes y lo vino a buscar la Policía. “Pregunté, haciéndome el gil ‘¿por qué a mí?’. ‘Porque usted es el único que por altura puede llegar ahí y porque la letra es la misma de su solicitud de ingreso’”. Le dieron 30 días. “Éramos una banda que hacía lío cuando las cosas no nos parecían bien”, reconoció.

Lo venían a buscar siempre de Rosario Central y Newell’s Old Boys “pero mi viejo los sacaba a patadas. Mi amigo, en el ferrocarril, trabajando mucho ganaba 800 pesos y yo, jugando ligas locales, los domingos, ganaba 1000. Yo era muy hincha de Central, y me ponía en el alambrado cerca del Tato Mur (Alejandro Mur), mi ídolo. En los segundos tiempos, cambiaba de lado para verlo de cerca”, relató en una entrevista.

Se fue a probar a Huracán y Vélez y le fue bien pero ninguno podía pagarle lo que cobraba en las ligas rosarinas. Después, apareció Rosario Central por un partido que jugó con la escuelita en Totoras, y le ofreció 2500 pesos por mes (él mintió diciendo que en las Ligas cobraba 2000). “Cuando se lo comenté a mi mamá se puso a llorar como si yo hubiese llegado a la luna. Ella y mi papá eran fanáticos de Central, me llevaban de la mano a la cancha”. Allí se hizo muy amigo del Gitano Miguel Antonio Juárez, diez años mayor. Debutó en Central con Luppi de DT, el padre del actor, Federico. “Ganamos 3-1 a Boca. Jugamos con la camiseta roja porque el presidente Flynn decía que como Independiente lo tenía de hijo a Boca, era mejor así”, recordó.

El propio Menotti se autodefinía como futbolista: “Medio caprichoso, y cuando las cosas me salían mal, me tiraba contra la raya izquierda. Me enojaba cuando empezaban a tirar pelotazos. Una vez en Boca, contra Banfield, nos quedamos con diez y Antonio Rattín se me acercó y me dijo ‘Flaco, bajá a ayudar, ¡corré!’, y le contesté: ‘Lo único que falta es que yo tenga que bajar a correr. Corré vos’. En el vestuario, después, Rattín me dijo de todo”. Era un jugador habilidoso, lujoso, con remates de mucha potencia de media distancia, aunque él mismo le daba una explicación al no haber trascendido más. “A mí me agarró la peor época del fútbol argentino, cuando se pusieron de moda los equipos que luchaban. Un fútbol de mierda”.

Debutó en 1960 en Rosario Central con sólo seis partidos en Reserva y jugó allí cuatro años hasta que pasó a Racing en 1964 y a Boca en 1965. Alberto J. Armando, el carismático presidente xeneize, nunca le perdonó que errara un penal contra Real Madrid con el que Boca perdió la Copa Mohamed, en Marruecos, y en 1967 emigró a los Estados Unidos para jugar en The Generals de Nueva York, y en 1968 viajó a Brasil para jugar por el Santos de Pelé y fue campeón paulista de ese año. Estuvo allí dos años y en 1970, pasó al Juventus de San Pablo, donde se retiró y ese mismo año empezó como ayudante de su amigo Juárez, en Newell’s. En realidad, le ofrecieron el cargo de DT a él, que tenía una agencia de autos en Rosario, porque era conocido del presidente Valenti, pero no aceptó y propuso a Juárez, que trabajaba en Platense. Terminaron armando un gran equipo con el “Mono” Obberti, Chazarreta, Mario Zanabria y Ramón Cabrero. La base del que saldría campeón dos años más tarde.

Como jugador, también formó parte de la selección argentina. Debutó ante Uruguay el 15 de agosto de 1962 por la Copa Lipton, participó del Sudamericano (actual Copa América) de 1963 en Bolivia y tuvo algunas participaciones hasta 1968.

Su vida como DT cambiaría para siempre en 1972, cuando fue convocado para dirigir al plantel de Huracán y se encontró con jugadores de primer nivel surgidos del club, como Miguel Brindisi y Carlos Babington, a los que se sumaron veteranos como Jorge Carrascosa, Alfio Basile y Roque Avallay, un talentoso volante como Omar Larrosa y especialmente, un muy hábil puntero derecho desde Defensores de Belgrano, desde el ascenso: René Houseman.

Ese equipo de Huracán no sólo ganó el Metropolitano de 1973, el primer título profesional de la historia del club, sino que desplegó un fútbol brillante que proyectó a Menotti a la selección nacional tras el Mundial de Alemania Federal en 1974, en tiempos de enorme inestabilidad política e institucional en el país y en la AFA.

El fútbol argentino tendría la posibilidad de organizar un Mundial en 1978 y por primera vez, apostó por un proyecto a largo plazo, en el que Menotti proponía volver a las fuentes pero con una dinámica distinta en el juego, para lo que propuso ojear jugadores en todo el país, trabajar con los juveniles y tratar de que las estrellas no salieran al exterior por un tiempo para disponerlas para elaborar un equipo de base.

Así, su ciclo dio comienzo el 12 de octubre de 1974 en el Monumental, en un amistoso ante España que finalizó 1-1 y que en la previa, un grupo de adolescentes posó con el cartel con una letra cada uno que decía “Bienvenidos a la Argentina potencia”. Juan Domingo Perón había fallecido tres meses antes, y el país entraría, poco más de un año más tarde, en tiempos oscuros y allí, con el golpe de Estado y los cambios en la AFA, Menotti sintió que su proyecto llegaba a su fin.

Como DT de la selección, tuvo problemas con la dictadura y estuvo a punto de renunciar. En una oportunidad, cuando ya la AFA estaba dirigida por Alfredo Cantilo y se habían ido los dirigentes David Bracutto y Paulino Niembro (los que lo llevaron), el nuevo mandatario futbolístico le dijo: “Mire, César, lo único serio que hay acá es esta carpeta que preparó usted. Espere, démonos un tiempo”. “Cantilo había sido elegido por todos los votos menos Ferro, pero venía del Opus Dei y yo pensaba ‘¡Dios mío!’. Pero a los tres días, me dio la mano y me dijo ‘le doy mi palabra de honor de que esta carpeta va a ser respetada desde la primera a la última página’, y cumplió. Después, en 1979, Julio Grondona me dijo al asumir que no podía ser presidente de la AFA si yo no era el director técnico. “Usted y yo vamos a cambiar la historia del fútbol argentino”, me dijo. Igual detesto el modelo del caudillo, en el fútbol y en la política. Me gusta más la conducción participativa”, rememoró.

“Yo militaba en el PC, tenía mis dudas, me reunía con mucha gente que me decía que valía mucho más pelearla desde adentro que desde afuera. Conocí a muchos dirigentes peronistas torturados, que se usaba la picana eléctrica, no me puedo hacer el boludo. Lo que nunca me imaginé fue lo otro, que tiraran tipos de los aviones, los 30 mil desaparecidos, pero una semana antes de empezar el Mundial, en la concentración argentina cantaron El Flaco Spinetta, Anacrusa y Castiñeira de Dios, Susana Rinaldi y Binelli, el primer bandoneón de Pugliese. Yo iba a lugares adonde no iba nadie, a escuchar a Armando Tejada Gómez, Chabuca Granda, al Cuarteto Zupay. Ahí no iba ninguno de los que después, con la democracia, aparecieron como revolucionarios, ¿eh?”, recordó, y llegó a aseverar que en esos tiempos tuvo treinta días escondida en su casa a una militante de Montoneros.

Si hay un hecho polémico previo al Mundial de 1978 fue que de una primera lista de veinticinco jugadores, dejó afuera a un muy joven Diego Maradona, de 17 años, al igual que a Humberto Bravo y a Víctor Bottaniz. “No me arrepiento porque fuimos campeones. Pudo haber sido un error, sí, pero en ese momento hice lo que creí que había que hacer, y fue por cuidarlo, más que nada. Estaba enamorado del juego de Diego pero qué se yo… Lo vi tan chiquito, tan joven. Sentí que tenía que elegir entre tipos grandes. Sé que Diego eso no me lo perdonó jamás”, comentó muchos años más tarde en una extensa entrevista con la revista El Gráfico.

Desde 1976, con el golpe de Estado, el Mundial 1978 se había convertido en un tema de Estado, mientras los medios dividían aguas entre Menotti y el veterano director técnico de Boca Juniors, Juan Carlos Lorenzo, con el que los xeneizes ganarían un torneo argentino, dos Copas Libertadores y una Intercontinental. Menotti aparecía tratando de imponer una línea estética que regresara al fútbol de toque de mayor tradición, y Lorenzo, como un táctico europeísta, con un fútbol basado más en lo sistémico que en el talento individual.

Con Maradona tendría muchas idas y vueltas. En 1979, un año más tarde, ganaría el Mundial Sub 20 de Japón con lo que consideró siempre el mejor equipo que jamás dirigió, el que también integraban Juan Simón, Osvaldo Rinaldi, Juan Barbas, Ramón Díaz y Gabriel Calderón, y de hecho, cuenta que el gol que más gritó fue el de Díaz a la URSS en la final “por identificación con el plantel y su juego”.





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